Luis María Duarte

Miguel T. Romero

Extracto del libro “La doctrina colorada. Fundación y desarrollo. Historia y vigencia”. Miguel T. Romero. Editorial Servilibro. Asunción, Paraguay 2014.

La vida es así, llena de alegrías y tristezas, goces y sufrimientos, placeres y dolores. En los largos años que llevo vividos – cerca de los 90 – he pasado momentos y oportunidades que produjeron en mi ánimo los estados nombrados; muchos y de diversa índole. Muy pocos o ninguno tan triste y atribulado, desgraciado y funesto como la muerte de Luis María Duarte.

Tuve la suerte de encontrarlo en mi camino, no recuerdo ni cuándo ni dónde; pareciera que nuestra amistad viniera de siempre. Es que coincidíamos plenamente en nuestros principios políticos, religiosos, sociales y culturales. Él veía en mí a un viejo militante colorado que sabía de historia partidaria y tenía mucho que enseñar y yo en él al joven correligionario mejor preparado para el futuro político de la República.

Luis María tenía conmigo la generosidad de llamarme «maestro», trato que no merezco, pero lo aceptaba por entender que era sólo una cortesía de su parte. Aunque una vez me hizo sentir como ejerciendo cierto magisterio; fue cuando ordenábamos el armado del citado libro. Me esperaba con una hoja en la mano y, apenas nos saludamos, me dijo: «Esta pieza magistral tendría que hacer carne en nuestros dirigentes. Por ahora, es la clave que nos une en el actual compromiso con nuestro partido».

En homenaje al pensamiento colorado de Luis María Duarte, adelanto aquel párrafo que tanto lo emocionó:
“… no hay, ni puede haber, empresa más importante a que deben dedicarse los esfuerzos de los miembros de la A.N.R., histórica, tradicional, emancipadora, popular, humanista y social que la lucha por la recuperación total del sentido ético del Partido y de su característico contenido moral, así como por la restauración del tradicional estilo nacional republicano, cualidades que fueron siempre las bases más sólidas de la existencia del Coloradismo como doctrina autenticamente paraguaya”.

Aparte de los aspectos y detalles del pasado político paraguayo, su incansable interés histórico, se centraba en el conocimiento de la personalidad de las figuras republicanas, nuestros héroes cívicos, fundadores de doctrina, eminentes luchadores, caudillos populares, mártires del holocausto colorado de casi medio siglo.

Otra materia que concitaba su entusiasta predilección era la política internacional. Pese a su juventud, había penetrado ya profundamente en el laberinto y los vaivenes de los asuntos regionales y continentales, sobre todo en los americanos y orientales. Su relacionamiento directo con destacadas figuras del mundo gubernamental causaba sorpresa y admiración.

Modesto aunque talentoso, elegante aunque austero, parco aunque cordial, prudente pero hábil, no era un asceta ni tampoco un glotón, pasó por la vida a salvo de las miserias humanas. Su muerte, ocurrida allá lejos, en tierras para nosotros desconocidas pero por él amadas, tiene los ribetes de una inmolación.