Idealismo y realismo en la política paraguaya

Luis María Duarte

Artículo inédito. Asunción, 1 de junio de 2012.

La historia política paraguaya está marcada por algunos eventos precisos que determinaron el sentido de su curso. Desde un punto de vista institucional, se podrían definir tres etapas bien concretas entre 1811 y 1996: el Régimen Autocrático, entre 1811 y 1870; el Régimen Liberal, entre 1870 y 1936; y el Régimen Militar, entre 1936 y 1996. De alguna manera cada una de éstas se podría enmarcar dentro de una corriente idealista o realista, cuando no en ambas a la vez, según el sentido de ciertas posiciones y decisiones de los actores políticos del momento.

La República, instalada por Francia y desarrollada por los López, si bien estuvo en un principio enmarcada dentro de esquemas institucionales y políticos inspirados por las instituciones republicanas romanas, primero (en el caso francista), y modernas, después (en el caso lopista), tuvo un alto grado de contenido realista en la implementación de las políticas de gobierno y la toma de decisiones respecto a cuestiones básicas de seguridad nacional, relaciones internacionales, defensa y economía. Independientemente de las precondiciones conceptuales que amparaban a los dirigentes de la Primera República (1811 – 1870), toda su gestión debe ser comprendida dentro de una serie de circunstancias locales, regionales y mundiales que determinaron el sentido de sus acciones. Incluso el caso más controversial del Gobierno de Francisco Solano López, y su política internacional ajustada “al equilibrio regional”, su comprensión no podría ser del todo acertada si no se la ajusta a una percepción de la realidad por parte del presidente de la República.

Para considerar el grado de realismo en que se basó la clase dirigencial paraguaya en los inicios republicanos, basta con echar una mirada a los primeros esquemas legales de organización gubernamental, tales como lo que podríamos llamar las protoconstituciones de 1813 y 1844. La primera, ideada y redactada por Francia, si bien es el reflejo de una adaptación de la antigua institución del Consulado romano, termina por ser sobrepasada con la adopción de la Dictadura, temporal primero y vitalicia después, como mayor muestra del realismo que determinó las decisiones del primer hombre de gobierno del Paraguay independiente. Respecto a la Ley de Administración Política de 1844, inspirada y muy probablemente redactada por Carlos Antonio López, la misma refleja por primera vez en el proceso político paraguayo la vigencia de principios del constitucionalismo moderno, instalando novedades como la división de poderes, aunque, una vez más, sometida al más puro realismo, en una sociedad que aún iniciaba su esquema de participación política y venía de décadas de esquema autocrático, estableciendo una institución presidencial que se abrogaba, de manera hábil y subsidiaria, todos los poderes estatales. Y, asimismo, la Ley de 1844 no dejó de estar influida por los reflejos circunstanciales de la realidad, cuando fue enmendada en dos ocasiones para reestructurar el Poder Ejecutivo y redefinir las condiciones de la elección presidencial.

El período de postguerra trae consigo, en un principio, un intento de imposición idealista liberal en un marco de derrota y ocupación militar, que no terminó más que aportar un sentido a la dialéctica a ser instalada durante las siguientes seis décadas entre eventuales (e inefectivos) defensores de la vigencia del nuevo orden institucional y una clase política que no dejó nunca de someterse a la más pura tradición realista de la política moderna. La Constitución del 70, inspirada en la argentina, trajo consigo la imposición de un esquema constitucional altamente avanzado para la política paraguaya de entonces, dentro de la corriente democrática liberal de la época. Aunque la misma no tardó en someterse a las contradicciones del sistema, cuando a menos del año de su promulgación el mismo presidente de la República, y primer jefe de Estado electo bajo esta Ley fundacional, procedió inconstitucionalmente a la disolución del Congreso Nacional. Asimismo, al analizar la gestión de los primeros presidentes de post guerra, esencialmente Rivarola, Gill y Bareiro, no caben dudas, y tenían justificadas razones para el efecto, que sus respectivas administraciones estuvieron enmarcadas dentro de lo que podríamos considerar como la escuela del realismo. Tanto Rivarola como Gill, en corto tiempo, se situaron en cuantas tendencias políticas fueran posibles para lograr sostenerse en el poder y, en varias circunstancias, intentar implementar ciertas políticas de estado en las condiciones más adversas. Sobre todo en el caso de Gill, quien llegó al poder de mano del ejército de ocupación brasileña y en contra de los intereses argentinos, para terminar acercándose a la Argentina y acabando con la ocupación del Brasil, en 1876. Más aún, Bareiro, criado en la administración lopista, es quien inicia un estilo de gestión que continuó con su sucesor, Caballero, privilegiando el pragmatismo en la gestión pública y el realismo en cuanto a posicionamientos políticos, en una época altamente compleja de la política nacional.

De alguna manera, es el presidente Caballero quien, ayudado por el tiempo y la coyuntura, logra implementar, en seis años de gobierno, una administración efectiva que respondió a un equipo de gobierno que lo acompaño durante casi toda su gestión y una agenda de prioridades y acciones muy bien estructuradas, en lo que fue reconocido como la etapa de reconstrucción nacional. Durante el gobierno que le sucedió, del presidente Escobar, se produjo la fundación de los dos partidos políticos tradicionales (los cuartos más antiguos del continente), en 1887. Los mismos se inscribieron, en sus distintas configuraciones, dentro de la tendencia idealista, en un intento por poner en vigencia efectiva los preceptos de la Constitución del 70, aunque con el tiempo serán las posiciones realistas las que terminaran por consolidarse como eje del proceso nacional, llevando a ciertas afirmaciones contemporáneas de que en el Paraguay nunca se debaten ideologías (algo a lo que, en realidad, tampoco escapan países de la región e, incluso, los EEUU).

La primera etapa de gobiernos colorados acaba en 1904. A pesar de ello, durante casi tres décadas, el panorama político estuvo contemplado por divisiones internas tanto en el gobierno como en la oposición. Si bien las mismas fueron quizás fruto de una cierta tendencia idealista, respecto a las posiciones partidarias que cada bloque pretendía tomar, el sentido de la disputa adquirió contornos realistas. No en balde, por ejemplo, una tendencia colorada que se enfrentó al líder partidario, Bernardino Caballero, en las últimas décadas del siglo XIX, terminó por incorporarse al Partido Liberal tan pronto éste remplazó al Partido Colorado en el gobierno. Asimismo, los gobiernos liberales de las primeras dos décadas se caracterizaron por una fuerte división llegando, en 1911, a establecerse tres partidos liberales en paralelo, con autoridades y posiciones muy distintas. A pesar de autoconsiderarse siempre un partido de principios e ideología (a diferencia del Partido Colorado que nunca formó parte de corrientes ideológicas internacionales), el Partido Liberal nunca escapó al tradicional pragmatismo existente en la política paraguaya. Un primer intento de estabilización del Partido Liberal, en el poder, se produce en épocas del presidente Scharerer (1912 – 1916) que, en esencia, deja de lado ciertos preceptos de la política liberal para ajustarse dentro de una tendencia más pragmática y, ciertamente, populista. De hecho fue la creciente instalación de esta tendencia dentro del partido la que lleva a la Guerra Civil de 1922 – 1923, la más cruenta de la historia del país, entre dos facciones del mismo liberalismo.

El fin de esta guerra se produce con la victoria de la facción neo radical que se instalará en el gobierno, principalmente, con los gobiernos de Eligio Ayala y Eusebio Ayala. A ambos les tocó, desde distintas perspectivas, lidiar con la creciente crisis del Chaco que desembocará en la segunda guerra internacional del Paraguay. Estas circunstancias impiden colocar a ambos dirigentes dentro de una escuela específica, siendo que como liberales, y a pesar de que ambos terminaron alejados del Partido, se basaban en una tendencia ideológica específica, no tuvieron más opción que lidiar con la realidad de la posible y, posteriormente, prolongada guerra.

Los desajustes entre la República Liberal, vigente desde 1870, llegaron a su etapa crítica con el escenario político inmediato a la postguerra. Una nueva y joven generación, que volvía de la larga campaña militar, comenzaba a entrar en conciencia de la ineficacia circunstancial del esquema político que durante décadas rigió en el país. Producto de ello fue el golpe militar de 1936. No fue el primero en la historia del país, pero era la primera vez desde la Guerra Grande que el ejército paraguayo adquiría un tamaño e importancia considerables. Y de hecho será el inicio de la República Militar, que se extiende hasta 1996 con la caída del último caudillo militar de la historia paraguaya.

Con el gobierno del coronel Franco, las Fuerzas Armadas (FFAA) se instalan como la principal instancia de poder en el país y, de alguna manera, será la misma tendencia, con distintos matices, la que gobernará el Paraguay sucesivamente a través de distintas administraciones e, incluso, distintos partidos. Franco instala desde el gobierno, por primera vez, la emergencia de una tercera fuerza en la política del país, para luego ser derrocado por las mismas FFAA que intentan una reinstalación liberal culminando con el gobierno del mariscal Estigarribia. Y éste, a pesar del apoyo por parte del Partido Liberal, no tarda en acomodar el partido a su proyecto de gobierno, para producir un nuevo quiebre con la disolución de los poderes legislativo y judicial y la imposición de un nuevo régimen constitucional, en 1940. Este esquema constitucional, altamente pragmático, en donde el Ejecutivo se abrogaba el eje del poder estatal, es el que servirá de base a su sucesor, el presidente Morínigo, quien tiene la particularidad, dentro de la historia del país, de haber gobernado, en distintos tiempos, con todas las tendencias políticas de su época.

Es en los últimos tiempos de Morínigo en que se produce la vuelta del Partido Colorado al poder. De alguna manera ayudada por una facción partidaria liderada por Natalicio González, quien inicia su acercamiento al gobierno desde el exilio. El pragmatismo de Natalicio lleva a un progresivo entendimiento con el gobierno que culmina con la conformación de un gabinete colorado, el 13 de enero de 1947. Y a su vez es una respuesta pragmática de los demás sectores, consolidada por la coalición libero – franco – comunista, que subleva a la mayor parte de las FFAA y se enfrenta con el gobierno durante la Guerra Civil de 1947. Con el resultado de la guerra y la victoria del gobierno y de los colorados, se inicia una nueva etapa, dentro de la “Tercera” República, que se caracteriza por una efectiva alianza entre el Partido Colorado, las FFAA y la burocracia.

Una breve e inestable seguidilla de gobiernos civiles, afiliados al Partido Colorado, entre 1948 y 1949, llevan a una fuerte alianza entre un sector del partido, liderado por Federico Chaves, y las FFAA. Pero finalmente, una crisis entre el presidente Chaves y las instancias castrenses, en 1954, llevan a un nuevo golpe encabezado por el comandante en jefe de las FFAA, general Alfredo Stroessner, quien termina asumiendo la Presidencia de la República meses después del evento.

Consecuentemente, el gobierno de Stroessner no estuvo exento del pragmatismo realista de gran parte del proceso político paraguayo. En distintas épocas ensayó las más distintas alianzas dentro del espectro nacional e internacional. En lo nacional, por ejemplo, muchos de sus principales aliados terminaron siendo grandes enemigos, en posiciones que fueron asumidas por el presidente de acuerdo a las circunstancias, mientras que en lo internacional, la posición del gobierno se caracterizó por la implementación de una diplomacia que de acuerdo a las circunstancias se acercaba a la Argentina o al Brasil, o que se inició con un gran apoyo de los EEUU para terminar desde los 70 con un enfriamiento de tal alianza y un acercamiento más efectivo a potencias de Europa y el Asia.

Tras la caída del presidente Stroessner, producida exclusivamente por parte del mismo ejército, el mismo partido y la misma burocracia que lo sostenía, las instancia castrenses continuaron manteniendo una fuerte influencia en el proceso político nacional, hasta la crisis política de 1996 que termina con el pase a retiro y orden de detención del general Lino Oviedo, último caudillo militar del Paraguay.

Desde entonces, el país vivió un proceso señalado por un intento permanente de ideologización de la política, que se encuentra en permanente choque con el pragmatismo de los distintos actores políticos. No en vano, en el Paraguay de hoy vemos cómo conviven, dentro del gobierno y dentro de la oposición, las más distintas tendencias y corrientes ideológicas según convengan a cada proyecto particular.

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